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Guernica

Guernica

Francisco Ugarte

La mejor muestra de la obra de Picasso es el famoso cuadro Guernica qué pintó durante la Guerra Civil. El gobierno republicano de Madrid le comisionó un óleo para conmemorar la guerra. En principio, Picasso no sabia como crearlo, pero después de enterarse de los bombardeos nazis de la pequeña e indefensa ciudad vasca de Guernica, empezó a trabajar frenéticamente. El resultado fue el cuadro que lleva el mismo nombre de esa ciudad.

Es un cuadro asombroso y lleno de horror, que continúa la tradición humanista y antibélica de Goya. La primera impresión que da la obra es de caos e irracionalidad. Los objetos y los seres humanos están esparcidos a lo largo del cuadro de una manera que desobedece a la lógica. A la izquierda se encuentran un toro bravo mirando en varias direcciones, una mujer con su hijo muerto y un soldado en el suelo, agarrando una espada. En el medio está el sol, dentro del cual hay una bombilla eléctrica; también hay un caballo que está a punto de caer. Hacia la derecha, la cabeza de alguien mira por una ventana, con una vela en la mano para ver mejor el desastre. También se ve una casa ardiendo y una persona con los brazos en el alto, en un gesto de temblor y asombro. Casi todas las figuras humanas miran temerosamente hacia arriba, lo cual sugiere la caída de las bombas. Cada detalle acentúa el horror de la situación. La manera simple en que están pintados los ojos, las manos y las llamas da la impresión de que una fuerza inhumana (quizás la arbitrariedad, quizás la irracionalidad) se encarga de la ordenación.

(UGARTE, Francisco y otros. España y su civilización. New York: McGraw-Hill, 1999. p. 159-60.)