Cataluña, España

Editores de la Revista Think Spanish
Hay un lugar en el mundo donde es posible construir castillos en el aire. Se trata de Cataluña, una región española en la que desde hace más de dos siglos se levantan «castells», unas torres humanas de más de quince metros de altura. Esta es una de las tradiciones catalanas más difíciles de explicar ya que las palabras no suelen hacer justicia al espetáculo y a la emoción que una actuación de «castellers» suscita en directo.
Parece ser que esta tradición dio sus primeros pasos en Valencia en el siglo XVII, donde una de sus danzas tradicionales acababa elevando a algunos de sus bailarines, aunque ni mucho menos al nivel de los «castellers». Cuando este baile llegó a las tierras del sur de Cataluña fue evolucionando hasta convertirse en auténticas torres humanas.
A ritmo de tambor y «gralla», personas de diversas edades y sexos se levantan unas sobre de otras con los pies en los hombros del compañero que está debajo. Las diferentes notas musicales que se van tocando indican a los «castellers» de la base que altura lleva la torre, para que puedan calcular con mejor precisión cuanto tiempo más tendran que resistir el peso. Puede haber dos, tres, cuatro y hasta cinco personas por piso, dependiendo del tipo de «castell» que se levante, aunque siempre se corona con un niño o niña. La altura máxima que se ha conseguido hasta ahora es de diez pisos, unos quince metros aproximadamente, con un número de personas que gira entre cincuenta y cien. Los «caps de colla», con base y reglas arquitectónicas, deciden la distribución de los «castellers» que forman la torre en función de su peso, altura, agilidad y fuerza.
Una competición de «castellers», con varias collas participando, puede durar varias horas, aunque para levantar un «castell» no se necesita más de diez minutos. Unas torres suben, otras caen, unas son más anchas, otras más altas, pero en todas se produce una unión intergeneracional perfecta entre abuelos, padres, hijos y nietos. Los mayores en la base, los más jóvenes en la cima, en una clara metáfora de la vida misma. A pesar de que los «castells» desafían la ley de la gravedad en cada una de sus actuaciones, no llevan ningún ipo de protección. El atuendo de un «casteller» se compone de unos pantalones blancos ajustados, una faja alrededor del cuerpo de color negro, una camisa holgada del color distintivo de la «colla» y un pañuelo rojo en la cabeza. Los pies están descalzos para que se agarren mejor sin hacer daño a los cuerpos de sus compañeros durante la escalada.
No es extraño ver caer una de las torres, como si de un castillo de naipes se tratara. La estructura empieza a tambalearse y la torre acaba derrumbándose. La gran cantidad de «castellers» que se concentra en la base, a modo de tela de araña, hace que sean las propias personas las que amortigüen las posibles caídas. La competitividad entre las diferentes «collas» de Cataluña está presente en cada «díada castellera» por ver quién levanta la torre más alta, reuniendo a cientos de personas en un ambiente incomparable. Quizás los «castells» sean la tradición que mejor define el carácter de los catalanes: trabajo en equipo, esfuerzo, la capacidad de sufrimiento, afán de superación y cordura.
En Leia & Pense em Espanhol – Alta Books Editora, 2011.
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